Cuatro siglos de explotación vitícola familiar han merecido la pena: Piedra tostada y viñedos interminables rebautizan el término tranquilidad, sobre todo si ésta se busca al borde de la piscina integrada en medio de un olivar. He aquí una de las fincas más antiguas de Santa María, cuya restauración se ha inspirado en los complejos bodegueros de La Borgoña. Rodeada de viñedos y con la sierra de Tramuntana de fondo, su decoración sigue una línea rústica mediterránea, con las señas de identidad del interiorismo balear: espacios diáfanos, paredes de piedra desnuda alternadas con otras encaladas y con arcos murales, viguerí de madera, solería de barro... Y un mobiliario sobrio y rotundo, justo en el lugar en que tiene que estar.